En la antigüedad la traición
desde los tiempos de Julio César en Roma, en cuestiones de guerras, políticas
de estados, relaciones maritales sobre todo en las realezas, filiales, uniones
consensuales comunes, entre otras, se
pagaba con la muerte, a medida que evolucionaron las diferentes civilizaciones,
se sancionaron esos actos con otras medidas no menos fuertes y de trascendencia
moral, de ahí la frase: Roma paga a los traidores, pero los desprecia.
Dice Martí. Duele
más un amigo traidor, que un amor traidor. La mujer se olvida.
Esta afirmación del cubano
la tuvo siempre como máxima a la hora de valorar cada uno de sus actos en la
vida, lo vivió cuando el fracaso de la Fernandina en 1894, producto de la
delación de uno de sus más cercanos colaboradores. En Estados Unidos fue
delatado muchas veces y perseguido por órganos de seguridad de ese país, lo que
hizo que tuviera que trasladarse de lugares con frecuencia, entre otros
momentos y personas que interactuaron por diversas causas en su intensa vida
como: Hijo, Amigo, esposo, Amante, periodista, maestro, cónsul, revolucionario,
entre otras facetas.
Para Martí el concepto sobre
el tema es el siguiente: Con lenguas de traidores debe escribirse en
la historia de un pueblo el nombre de quien anteponga la autoridad de su
persona o de su camarilla a la concordia y unificación de su país.
La Historia tiene muchos nombres de hombres que
traicionaron líderes políticos de contiendas y programas que definían los
destinos de regiones, países y pueblos, grandes hombres: A Bolívar lo traicionó Páez, a Washington los
que le asesinaron, a Lenin los opositores Mencheviques que intentaron
asesinarlo, a los Gandhi sus más
cercanos colaboradores , a Fidel, Hubert Matos, al presidente constitucional
Salvador Allende, el golpe de estado de Pinochet y como consecuencia su muerte
en la moneda, entre otros ejemplos que no borraron el mérito de sus aportes a
las causas que defendieron los primeros
y pasaron los segundos a la larga
lista de los apóstatas.
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