Por MsC. Enma Colina Bruzón.
El mayor de los cubanos tuvo
la oportunidad de disfrutar de la música
que se escuchaba en su época, en su estancia en Europa, en particular en España,
a través de su presencia en las puestas en escenas de óperas que hoy son
clásicas, con las melodías de prestigiosos autores como: Haendel, Verdi,
Mendelssohn, entre otros.
Hombre culto, Martí supo
apreciar las notas musicales y la riqueza contenida en ellas a través de las composiciones de los más ilustres y
talentosos creadores del siglo XVIII Y XIX, al respecto dice: …voz y
piano han de ir juntos, como luz y la sombra: la música ha de crear, como en
Haendel, ha de gemir, como en Verdi, ha de pintar, como es Mendelssohn. Estas
aseveraciones solo las puede hacer un conocedor profundo de lo que escucha y
capaz de valorar cada acto como un especialista del tema.
Lo bello en el arte musical
para Martí era el desprendimiento de cada sonido, decía que había una lengua esplendida que vibra en las cuerdas de
la melodía, afirmaba que el color tiene límites; la palabra labios, la música
cielo y que estaba perpetuamente palpitando en el espacio, así muy de lleno
disfrutó el Apóstol el arte musical, con la sapiencia de un artista, con el
oído de un músico de academia.
El arte de escuchar y luego
tener criterios propios que tenía Martí le permitió poder conceptualizar
diversos fenómenos en su diarismo cotidiano, así lo hizo con la política, la
economía y la sociedad. Con la música lo expresa en el más alto grado estético
y concluye: la música es la más bella forma
de lo bello.
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