Por Sondra Leyva Padín
(Fotos de la autora)
Gigantesca se impone ante unos ojos que ansían descubrir
sus más bellos encantos. Son tantos los secretos que esconde en su cuerpo…
secretos de millones de años, secretos que ha ido develando con el tiempo o que
le han sido arrancados. Tan solo verla impresiona; recorrerla te hace advertir
su riqueza; contemplar en soledad y desde su silencio un fragmento de ella te
obliga a pensar en la vida, a replantearte proyectos, a aceptar lo superior que
hay en lo natural; y es que tiene ese poder de penetrar el pensamiento. No sé
si es un poder inherente, o si está bendecida esta tierra por grandes hombres
que han estado allí, entre estos nuestros amados Comandantes Chávez y Fidel.
La Gran Sabana, ubicada dentro del parque Nacional
Canaima, al sur de Venezuela en el estado Bolívar, acoge a cada habitante, a
cada turista, a cada persona que cuida de su belleza, y es que este sitio sabe
seducir. En sus más de 3 millones de hectáreas abriga majestuosas cascadas que
rompen caída en las frías aguas de los ríos, bañando de rocío cualquiera de los
lentes fotográficos que pretenda inmortalizar la imagen. Así, si cambias la
mirada puedes encontrar la silueta de un “tepuy”, que más que montañas rocosas
de cima plana y paredes verticales, vistos desde cerca se levantan como construcciones
prefabricadas bañadas en oro, y es que la luz de los rayos de sol al amanecer
así le adornan.
Así es la sabana venezolana: tierra prodigiosa con
personas que aunque un poco resistentes a dejarse penetrar por foráneos
resultan humanamente bellas, sencillas, llenas de nobleza para ofrecer. La
comunidad indígena que habita este lugar es numerosa, y es increíble cómo
armonizan desde su cultura con las bondades de esta tierra, cómo ponen nombre a
los cerros, cómo protegen sus aguas, su aire. Y a pesar de la no tan demorada llegada
de las tendencias urbanas en cuanto a la música, a la vestimenta y a la cultura
alimenticia, es asombroso ver como no están contaminados por la tecnología, ni
por el consumismo, y como valoran las relaciones interpersonales directas para
compartir sus vivencias en comunidad, desde diversos espacios. Los niños tienen
como un ángel que les cuida y desde muy chicos crean independencia en su
disfrute de un paisaje que les divierte, desde un columpio improvisado debajo
de un árbol hasta el chapuzón cotidiano en los ríos. Los adultos tienen una
creatividad innata para las manualidades y es precioso el resultado que se
obtiene de su tiempo de dedicación a estas actividades. Se distingue en ellos,
solo con una conversación el sentido de pertenencia y el amor a lo que poseen.
Saben valorar sus tenencias, y su principio fundamental se expresa en las muchas
maneras que encuentran de proteger y preservar sus raíces ancestrales: sus
estatus y jerarquías en la toma de decisiones, su respeto a los líderes que los
representan, sus normas, sus fechas festivas, su religión, sus rituales, y todo
lo que complemente su cultura pemón.
La Revolución Bolivariana, conducida por nuestro eterno
líder Hugo Chávez y en la actualidad Nicolás Maduro, ha impulsado acciones en
función de ofrecer a estas comunidades una mejor calidad de vida, pues estas
personas son reconocidas como hijos legítimos de Venezuela, y los beneficios de
esta Revolución que camina hacia adelante, no distingue raza, género, edad, clase,
etnia, estos beneficios son para todo el pueblo. De este modo misiones sociales
y nobles políticas de gobierno tienen presencia en este territorio, al cual han
provisto de electricidad, educación, atención médica, entre otros beneficios de
primera necesidad, privilegios que son bien recibidos por el pueblo pemón.
Asimismo, ha sido prioridad para INPARQUES velar por la
preservación y protección de este espacio al cual le queda mucho por mostrar y regalar a cada visitante sorpresas y
emociones diversas. Nadie escapa al
anhelo de un retorno. Hoy puedo decir que estuve allí y que cada experiencia
vivida aquellos días dejó una huella en mi memoria. El final no podría ser otro
que una invitación, pensando aquella frase de nuestro José Martí: "La naturaleza inspira, cura, consuela,
fortalece, y prepara para la virtud al hombre. Y el hombre no se halla
completo, ni se eleva a sí mismo, ni ve lo invisible, sino en su íntima
relación con la naturaleza”
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