Por. MsC. Enma Colina
Bruzón.
El cubano más universal,
estuvo en la capital de todos los venezolanos desde enero de 1881, hasta julio
del propio año, a su llegada a la patria del protagonista de las gestas emancipadoras,
sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía, ni donde se
dormía, sino donde estaba la estatua de Bolívar, rindió homenaje al líder de la
independencia latinoamericana, puso a prueba su capacidad de ser héroe.
De Venezuela refiere Martí:
“Y de la América, a cuya revelación,
sacudimiento y fundación urgente me consagro, esta es la cuna; ni hay para
labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles, ni de su
cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla; ella tiene en mi un
hijo”.
En el poco tiempo que estuvo
el maestro en Caracas, fundó la revista Venezolana, donde publicó artículos
sobre el acontecer del continente, allí conoció al maestro Cecilio Acosta, todo
un ejemplo de magisterio dedicado a enseñar con el ejemplo, elogia el hogar
caraqueño al considerarlo todo
enaltecedor, pleno de amor, de espíritus de mujer, de puros goces, de tiernos
encantos, admiró las riquezas naturales del país y se sintió feliz durante su
estancia allí, para él resultó un
encuentro fraterno con los hijos del
libertador.
Su despedida de Caracas fue
así: … ¡pero a Venezuela, como a toda la América desinteresada, la hemos de
querer y de admirar sin límites, porque la sangre que dio por conquistar la
libertad ha continuado dándola por conservarla!
A más de ciento treinta
años de esa máxima martiana, hoy Venezuela es ejemplo ante el mundo de
que la democracia popular puede elegir un gobierno que represente al pueblo y
que defienda sus intereses, ante la globalización neoliberal que impone el
Capitalismo salvaje y brutal que pretende someter a países a la pobreza extrema y a las guerras
desiguales por intereses mezquinos y ambiciosos.
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